jueves, 2 de agosto de 2012

Tarde


Julio 26 de 2012.



Sonaba alguna canción que pone los pelitos de punta; en este momento no puedo acordarme cual era. El micro avanzaba silencioso por la autopista. Nadie hablaba;  cosa rara, porque generalmente  se montan 2 o 3 parejas de señoras parlanchinas que “amenizan” los viajes a capital federal. No, esta vez todos guardaban silencio y la luz de las 6:20 de la tarde no se decidía entre irse definitivamente o colarse por las ventanas enormes y cerradas.
Atardece en Buenos Aires y la vida me deja ser testigo de tal acontecimiento. Atardece en Buenos Aires y pienso en que el sol que se me está yendo de los ojos a estas alturas de la tarde, debe seguir brillando en Medellín con más fuerza que nunca. Sigue el silencio exterior, siguen mis auriculares a todo dar, sigue la ruta, sigue el micro, peaje Hudson, falta poco más de la mitad del camino para llegar a las 9 de Julio donde Nico me está esperando. Hace poco te dejé a vos en la parada del TALP y me pediste que me cuidara, que me ibas a estar esperando. Pero todo sigue y sigue, fijate que hasta el sol se cansó de seguir aquí y se fue a mejores trópicos quizás. Y yo, como siempre, llevándole la contraria al sol, me alejé de esos trópicos y me viene a esta pampa medio hostil, medio hermosa, medio helada, enamoradora hasta los huesos.
En fin… Atardece en Buenos Aires, eso es mucho decir.

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