Julio 26 de 2012.
Sonaba alguna canción que pone los pelitos de punta; en este momento no
puedo acordarme cual era. El micro avanzaba silencioso por la autopista. Nadie
hablaba; cosa rara, porque generalmente se montan 2 o 3 parejas de señoras
parlanchinas que “amenizan” los viajes a capital federal. No, esta vez todos
guardaban silencio y la luz de las 6:20 de la tarde no se decidía entre irse
definitivamente o colarse por las ventanas enormes y cerradas.
Atardece en Buenos Aires y la vida me deja ser testigo de tal
acontecimiento. Atardece en Buenos Aires y pienso en que el sol que se me está
yendo de los ojos a estas alturas de la tarde, debe seguir brillando en
Medellín con más fuerza que nunca. Sigue el silencio exterior, siguen mis
auriculares a todo dar, sigue la ruta, sigue el micro, peaje Hudson, falta poco
más de la mitad del camino para llegar a las 9 de Julio donde Nico me está esperando.
Hace poco te dejé a vos en la parada del TALP y me pediste que me cuidara, que
me ibas a estar esperando. Pero todo sigue y sigue, fijate que hasta el sol se
cansó de seguir aquí y se fue a mejores trópicos quizás. Y yo, como siempre,
llevándole la contraria al sol, me alejé de esos trópicos y me viene a esta
pampa medio hostil, medio hermosa, medio helada, enamoradora hasta los huesos.
En fin… Atardece en Buenos Aires, eso es mucho decir.
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