lunes, 28 de junio de 2010

Las nubes no se irán...


Y ahí estás. Curtida, abandonada, presa de la entropía. Las nubes pasan por tu ventana y ni siquiera ellas se quedan a mirarte. Pasan indiferentes para morir desangradas por un trueno en el filo de la montaña. Lanzás un grito sordo de odio a las nubes; las odiás porque no te miran y vos necesitás que te miren. Necesitas esa aprobación falaz de “lo hiciste muy bien” para poder dormir tranquila. No te basta con vos misma. Siguen pasando con indiferencia por aquel rectángulo que deja entrar algo de sol a tu cárcel y que deja divisar una tormenta a lo lejos. Entendelo. Talvez ellas no te miren porque cuando uno va camino a su condena, no quiere mirar a nadie. No odies a las nubes que ellas no te obligaron a quedarte ahí acostada pensando en esos ojos mentirosos. No las odiés que ellas no acabaron con el falso amor. No las odies que ellas no se inventaron las mentiras que te dicen todos los días y te obligan a creer, porque no hay de otra. Odiá a los que tengás que odiar pero no a ellas. Ellas no te mintieron, ni jugaron con vos, ni se cagaron en tu vida. Es más, no creo que nadie se haya cagado en tu vida. Fuiste vos solita mujer, cuando les diste a ellos ese poder de hacer con vos lo que se les diera la gana. Pero tampoco te odiés vos misma. Al contrario; llenate de vos misma, engrandecete y que no sean puras apariencias. Escribí que estás aprendiendo; tocá que lo hacés bien; pensá, llorá, amate un poquito más a vos y un poquito menos a los demás…

1 comentario:

Anónimo dijo...

belleza de alma