lunes, 5 de abril de 2010

Declaración de amor

Sus dulces cadencias y su triste voz. Los susurros que acompañan esta fría noche de un abril que nada tiene de primaveral. La oscuridad se hace presente y engulle sin contemplaciones el optimismo que te quedaba. Pero ahí está él. Lo suficientemente denso para que notes su presencia, pero lo suficientemente exiguo para no perturbarte. Por un momento te imaginas el vulgar cliché de las piernas de alguna rubia iluminada en contraluz mientras al fondo sus teclas martillean una sensual melodía de Jazz. Pero no. Es mucho más que eso. Es como Szpilman. Es la salvación de una vida que parece ahogarse en mil soledades y en un pasado que debería estar enterrado y podrido.

Es la unión perfecta de las dos claves que hacen que el mundo gire. Alteración. Blanca, negra, blanca, negra. Sol arriba. Fa abajo. Es la falsa esperanza de que las cosas puedan estar mejor gracias a esas cinco octavas que jamás te traicionarán ni se cansarán de ti.
Es la certeza de saber que tienes algo que siempre hablará por ti y lo hará mejor que cualquiera que crea conocerte. Algo que le contará al mundo tus más profundos temores, tus más arraigadas tristezas y si alguna vez la alegría vuelve a pasarse por tu vida también se sabrá través de él.
Es el amor puro. El amor sin recriminaciones, sin caducidad, sin celos y sin mentiras. Más allá de lo humano sin llegar a ser divino pues perdería el sabor a muerte y a dolor que muchas veces se siente al probarlo. Y más en noches como estas…

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