lunes, 15 de junio de 2009

Gloria...

Me ofreció un cappuccino y yo simplemente le ofrecí mi vida. Tenía alrededor de 20 años, una sonrisa inmaculada y en su pálida piel sobresalían unos pómulos sonrosados. Sus ojos miel me miraban con la fría cordialidad de una extraña parada detrás de un mostrador. Yo tenía 23 años, un título de administrador de empresas y en ese momento cursaba una especialización en negocios internacionales en una importante universidad de la ciudad. Ese sábado parecía ser un día normal. Como siempre, amanecí con resaca y con el recuerdo de una anónima dando vueltas en mi cama. De esas anónimas que uno conoce en un bar, sube a un carro, y si es lujoso te abren las piernas facilito. Recuerdo que se llamaba Juliana... Que no me contó mucho de su vida; solo que había dejado la universidad en sexto semestre y que pensaba irse a estudiar inglés al norte. Ella no se interesó mucho por conocerme. Sólo admiraba mi apartamento. Ese lugar que mi padre me había dejado cuando él se fue a vivir con mi mamá a la finca que teníamos en tierra fría. Tenía un balcón con una vista privilegiada al resto de la ciudad, y una cama grande que conocía muchas mujeres. Todas tan parecidas a Juliana se había ido a las 3 de la mañana. Yo no le insistí que se quedara más tiempo. Cogió su cartera, su iphone y se marchó tal como había llegado. Una más a la lista. Adiós. Yo desperté sobresaltado 4 horas después y noté que se me hacía tarde para llegar a la clase que tenía a las 8 de la mañana. Cabeceando y con mi mal humor a cuestas soporté una clase de 2 horas. Hasta que no se si el destino, la resaca, o un dios que aún no conozco, y que talvez se manifestó en ese día me obligaron a sentarme en un local aledaño a la universidad a tomarme un café. Y ahí me encontré por primera vez en toda mi vida a una mujer hermosa que no quise meter en mi cama. Parada detrás del mostrador con su delantal beige y una gorra que ocultaba unos rizos castaños. Ella sonrió y me ofreció cappucino, moka, o expresso. Yo estaba embelesado y de repente me había olvidado del café. Le pregunté su nombre, que resultó ser una hermosa metáfora. Gloria. Tal como el lugar en que me encontraba en ese momento gracias a sus ojos. En la gloria. Finalmente, después de balbucear, de que ella me preguntaba si me sentía bien, si necesitaba un vaso de agua, pedí un café moka e intenté empezar una conversación. Mis padres? No.. La universidad y el posgrado? No. El carro? Mucho menos, el debe conocer la ciudad montada en un bus y no creo que le interesen para nada los carros…. –¿Sabes Gloria? Desde el balcón de mi casa se ve la ciudad entera. Es muy bonito. Los atardeceres son hermosos- alcancé a decir torpemente; ella manipulaba la máquina de café y respondió. -De mi casa también se ve la ciudad señor, pero no nos quedamos mucho rato en el balcón por miedo a las balas perdidas. Para ustedes los ricos es mucho más buena la vida… Mire señor. Su café moka. Son milquinientos pesos-
Me tomé el café perturbado. Pensé en Juliana, y me pregunté si ella sabía que en algún lado de la ciudad las balas perdidas no dejan salir a la gente al balcón… Me pregunté si yo mismo alguna vez había pensado en eso. Tomé una servilleta y un lapicero para escribir. Me despedí de Gloria con una sonrisa y puse en su mano aquella servilleta. “La belleza de los atardeceres de mi balcón, queda pequeña ante la belleza de tus ojos… Pero si no me crees y quieres comprobarlo, te espero esta tarde a las 6 a la salida del café…”

3 comentarios:

JuanSe... dijo...

Cruda... triste, hermosa, simplemente sublime... un poco poetica al final como alguna vez quise yo escribir una nota para encontrarme con una vendedora de ropa... pero bueno...

está excelente, me ha gustado... realidades diversas que se viven en esta ciudad, unos ciegos que no quieren ver y otros que ven pero son ciegos por ley...

un abrazo

te quiero mucho

Anónimo dijo...

Ñaka Ñaka!! Esta muy genial... me gusto mucho!!!!
Ja!! Talento!! XD

Pau

luifergarca dijo...

Si, buenas, para lo de que me presentan a ese man...
jejeje

...ME GUSTA MUCHO COMO ESCRIBÍS HOME!