viernes, 10 de octubre de 2008

Relato escrito en días pasados, para un trabajo de radio

MIL SOLEDADES.


“A veces siento que mi único amigo, es la ciudad donde vivo. La ciudad de ángeles. Tan sola como yo.”

Red Hot Chilli Peppers.

Y ella,la urbe atestada, me besa con el viento, mientras miro hacia arriba y pienso que algún loco desesperado que vuela desde el piso 30 de aquella insigne aguja, puede caerme encima.
Aquí estoy. En la mitad de la ciudad del miedo donde caminamos con el bolso adelante porque no sabemos quien está atrás. Seguramente el de atrás está pensando lo mismo del de más atrás y así, hasta que alguien se encuentre con la persona equivocada y le toque el día de quedarse sin celular, sin documentos, sin pasaje, y sin tranquilidad. Pero en fin. Así son las cosas, y no parece que vayan a cambiar.

El viento cesa, y los tontos prejuicios me invitan a caminar rápido y a no mirar a los ojos; pero yo simplemente los deshecho porque hoy quiero ser parte del paisaje y detenerme un momento para intentar hallar el punto donde confluyen tantas miradas perdidas.
Hay ruido, hay vanidades, hay color y caderas contoneándose. Muchos tienen prisa y caminan muy rápido y algunos comen, disfrutando de la inmensa variedad gastronómica que puede encontrarse 5 metros a la redonda. Papas criollas, chunchurria, pollo, postres, pollo y pollo, pueden ser el menú especial del centro de Medellín a las 6 de la tarde. Acepto que el olor de la chunchurria no me gusta, y mucho menos su sabor, así como tampoco me gustan los letreros naranjados de minuto a 250 pesos. Me parecen mejores las flores, las reposterías y las frutas.
A medida que pasa el tiempo comienzo a sentir que la ciudad me traga. Y no sólo a mí, sino a todos los que caminan, venden, o simplemente se sientan a esperar en alguna banca, un amor, o un lotero. Nos traga porque somos muchos y a la vez nadie. Porque nadie, excepto a una abrumadora y bienaventurada coincidencia recordará los rostros que vio mientras caminaba por Junín.
No sería capaz de precisar cuantas personas se encontraban en esa calle. No puedo decir cuantos decibeles de ruido se escuchaban en ese momento ni mucho menos los índices de contaminación. Lo que puedo decir, es que el máximo común denominador era la más abrumadora soledad que es la que suele sentirse cuando hay mil personas alrededor. Porque escucho voces, pero ni una sola palabra. siento pasos, pero no encuentro destinos. El centro de Medellín, en la calle Junín a las 6 de la tarde, puede definirse en la frase de un aquel argentino loco que hoy anda metido en problemas. “Un montón de caras, y ni una mirada”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A ver...
Vos sabes que me parece un excelente escrito.
Y tambien sabes que sos una tesa para esto !
Demasiado tesa, en serio
HHHHH!!!!!

JuanSe... dijo...

"voces, solo voces con huecos, como atroces chistes sin gracia, hace mucho tiempo escucho voces y ni una palabra... y mis ojos maltratados se refugian en la nada y se cansan de ver un monton de caras y ni una mirada..." totalmente de acuerdo... frase que te sale a vos, que me sale a mi, que le sale a ese loco argentino que ya no está en problemas, pero que llora cada noche preguntandose si su Quilmes jugará en el mas allá, loco argentino que tuvo que luchar para lograr su ideal!! y que ojalá nos sirva como ejemplo para no echar abajo nuestros sueños, porque mas ejemplo de vida que el de ese tipo no hay!! asi que pa delante... muy buen escrito mi verde!!! se le quiere mucho... y si... no nos gusta el olor de la chunchurria, pero nos gusta ver la gente pasar y ver como putas se comporta... un abrazo

Anónimo dijo...

A ver ridicula!
..pa que no me salgas con reclamos bobos te cuento que hace rato habia leido esto..solo que uno no siempre puede ponerse a comentar.

..y vos ya sabés..SOS MI ORGULLO como periodista!!