lunes, 29 de abril de 2013

De vez en cuando...


Momentos que se esperan toda la vida. Uno se pasa soñándolos dormido y despierto, se imagina como será el clima ese día, qué estará pasando en el mundo, quién te estará acompañando; a veces llega uno a planear que ropa usará ese día, incluso teniendo la certeza que aún faltan muchos meses, muchos años, muchas vidas.
Son esos típicos momentos que se ponen y se describen con pelos y señales en la carta de propósitos de año nuevo; esos que están dibujados en la mente cada que soplás una vela al son de la desafinada versión del cumpleaños feliz de tus amigos. “¡Dale! Pedí un deseo!” Y ahí está. Ni siquiera tenés que esforzarte en armar una escena, porque la escena está armada en tu mente desde siempre y cerrás los ojos para poderlo ver.
Y así poco a poco se nos van yendo los años entre deberes, obligaciones y momentos más o menos buenos y malos que van dejando pequeñas improntas en la memoria, pero que en el 99% de los casos no se las contaremos a nuestros nietos y seguramente no se pasarán por nuestras cabezas cuando nos llegue el último segundo. ¿Pero y el 1% restante? Ahí es donde están los días que siguen teniendo fecha para siempre. Los días que vuelven vida a la vida, que generalmente no son más que 2 o 3, pero que dan el alimento de felicidad suficiente para 30 años. Uno se los imagina tanto que poco a poco se van volviendo parte del paisaje y uno sin querer se va resignando a dejarlos ahí, medio dormidos, medio imaginándoselos en otra vida, en otros mundos.
Hasta que de repente, casi sin avisar, sin darte el tiempo necesario para darte cuenta que efectivamente está pasando, más leve y fugaz que un parpadeo…

31 de enero de 2011. 15:05pm.  “Señoras y señores bienvenidos a la ciudad de Buenos Aires. La temperatura ambiente es de 30 grados centígrados y bla bla bla bla….”  

















16 de marzo de 2013… aprox 11:00am.
















28 de abril de 2013… “Buenas noches señoras y señores, vamos a  empezar este espectáculo recordando la vida y obra del cantautor Manuel Darío….”


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