jueves, 3 de septiembre de 2009

CUANDO ESO DEJÓ DE SER IMPERSONAL


“Mi vida es una hoja en blanco, un piano desafinado, diez dedos largos y flacos y un manojo de palabras”[i]


Los libros, las canciones, los pianos, el cine, las traiciones los enigmas, la cerveza, las pastillas, el whiskey malo, los oleos y los escenarios, hicieron de Fito Páez un hombre enredado. Por lo menos eso dice en su canción. Ese es el poder de ciertas cosas en la vida. Hacernos, deshacernos, modificarnos, mandarnos al carajo y darnos las fuerzas para volver de allá.
Somos seres simbólicos gracias al lenguaje que nos trazó desde que nacimos; desde la primera vez que alguien, probablemente mamá o papá, nos llamó con un nombre que cargamos hasta la eternidad, porque después de nuestra muerte, si alguien nos recuerda, lo hará por nuestro nombre. Y es el lenguaje el que nos permite darle a ciertas cosas atribuciones que van mucho más allá de la utilidad para las que fueron adquiridas.
Somos simbólicos porque a las cosas etéreas tuvimos que ponerles un nombre para que pudieran existir. Tuvimos que inventar la palabra amor, love, liebe, agapi, amour, para poder explicar la sensación de dolor de estómago y risa involuntaria que inexplicablemente llega cuando vemos a alguien caminando. Y el amor tuvimos que representarlo con un corazón, para hacerlo más universal aún.
Pero dentro de esa universalidad, cada ser humano puso el amor en un objeto que para él significase eso. Yo lo puse en un libro y en un piano. Él lo puso en una cama, una ventana o en un grafitti de un muro. Yo dejé mi infancia tirada en unos pedazos de tiza en el asfalto, mientras él la puso a volar atada de la pita de una cometa o en la candileja de un globo. Él al igual que yo lloramos nuestros fantasmas abriendo los álbumes, y no se él, pero yo me doy cuenta que la sonrisa de ayer fue más brillante que la de hoy, y que los días de ayer fueron más primavera y menos caos.
Alguien puede comprar un cuaderno y dejar en él la contabilidad de una empresa. Otro puede escribir canciones que se convertirán en éxitos de la radio, o en fracaso de una pena de amor. Otro puede aprender a escribir y luego ser Jorge Luis Borges, o Alejandro Dumas. Las cosas se parecen a su dueño, pero los dueños también se parecen a sus cosas.
A pesar de estar al borde de convertirnos en máquinas al servicio de la producción, en seres falazmente objetivados y estandarizados, todavía a algunos nos queda algo de tiempo y sensibilidad para encontrar en ciertos objetos lo que algunos llaman “valor sentimental”, que para mí, no es más que el intento desesperado de no dejar escapar momentos, situaciones y personas que hicieron que la vida fuera no sé si más bonita o mucho más fea, pero en todo caso distinta. Son cosas que aunque muchas veces su valor monetario no pase de los tres o cuatro ceros, y a los ojos de otros sean totalmente vacuas y carentes de sentido, se convierten en tesoros del mundo pequeño que cada quien habita; ya sea en su cuarto, en su barrio, incluso en su propio cuerpo.
Las cosas se presentan a los ojos y oídos de los seres humanos en un aparente estado de mutismo, pero cuando se les observa y se les utiliza como debe ser, son capaces de contar la historia de una vida, incluso de una civilización. Las cosas llevan escritas historias que están escondidas, y que pueden ser reveladas como un genio dentro de una lámpara mágica. He ahí la esencia de los museos. Y cada quien en su vida tiene un pequeño museo compuesto de 33, o más cosas.
¿Acaso no te acuerdas de la tarde en que por primera vez te sonrío y guardaste por muchos meses el vaso de icopor donde estaba contenido el café que tomaron juntos? ¿O acaso no amas aquella guitarra que sirvió como pretexto para hablarle y que hoy está colgada en la pared más importante de tu casa?
Esa guitarra, ese vaso de icopor, luego, tal vez, si tienes suerte, contarán tu historia.


[i] Juan Carlos Baglietto, Fito Páez. Canción La vida es una moneda.

2 comentarios:

JuanSe... dijo...

wow... no sé qué más decir... es sorprendente el caos y el grado de identificación que lograste meter en mi interior... vacíos, tristezas, alegrías y purezas, puteé esta entrada tanto como para odiarla... pero me encantó... no sé... es simplemente eso... un encanto que lográs con cada palabra que escribís...

un abrazo, te quiero mucho

luifergarca dijo...

Sin comentarios (o tal vez con tantos que no logro ordenar para transcribir, pero con mucha admiración.
Y sí, todos tenemos un museo que en resumida cuentas dice "Quiero que lo nuestro perdure por siempre"