lunes, 1 de diciembre de 2008

En la banca del lado del árbol

Tal vez las palomas ya lo reconocían. Tal vez su perpetua presencia en la banca de aquel parque lo volvió parte del paisaje, de esas que no todos notan, como la flor nueva que nació al lado del pavimento, o el nido que un anónimo pájaro dejó en uno de los añosos árboles que parecen viejos y sabios gigantes conocedores y confidentes de las infinitas historias que confluían en aquel lugar. El simplemente se sentaba ahí solo, y canturreaba con su voz queda canciones olvidadas por la mayoría; canciones que recordaban aquellas otras eternas primaveras cuando el pelo aún era castaño oscuro, y los músculos de su cuerpo aguantaban la dura correría de la vida y del amor. La gente no lo miraba, a excepción de algunos visitantes frecuentes del parque que se habían acostumbrado a verlo ahí con una bolsita de arroz o ajonjolí que regaba a su alrededor y las palomas endemoniadas luchaban por un granito, aunque hubieran mil alrededor. Ellos simplemente lo saludaban con una pequeña reverencia de cabeza, o un como le ha ido don Gabriel. El sonreía levemente y seguía canturreando algún "me acobardó la soledad, y el miedo enorme a morir lejos de ti", o "si supieras el dolor que llevo dentro de mi alma que no puedo hallar un momento de calma que alivie mi pecho de este gran dolor". En los peores días, en esos de noviembre, cuando llovía, la gente corría más rápido, y las palomas desdeñaban el ajonjolí, cantaba canciones más tristes, y si algún transeúnte se hubiera detenido a mirar notaría que salían copiosas lágrimas de sus ojos, pero que su rostro permanecía impávido, mirando al suelo, y cantando canciones más tristes de lo normal. La esperaba, pero la esperaba más en noviembre. Era 1958, el 2 de noviembre a las 4 de la tarde, y en su cabeza retumbaban sus dulces palabras que le prometían que ella llegaría a la banca del árbol más grande. Que la esperara, que ella llegaría para irse juntos muy lejos tomados de la mano. Que así, agarrados conocerían el mar, y comprarían un caballo y una casa. Entonces el se quedó esperándola. Cuando se tenía que parar de la banca para dormir y así tener fuerzas para seguir esperando, lo inundaba el profundo terror de que ella llegara y al no encontrarlo, se desilusionara y tal vez se enojara. Y así, todos los días se quedó esperándola mientras dejaba que la herencia de su padre pagara la comida, porque el solo servía para amar y esperar, ella, la hermosa muchacha de sonrisa grande y mejillas sonrosadas, sin quererlo lo había maldecido para no poder hacer nada más en su vida. Sólo esperar que llegara con su andar acelerado, sus ademanes de princesa de otros días.
Un buen día, a principios de noviembre, en medio de una leve y permanente llovizna, pasó por ahí una mujer de avanzada edad, con su bolso y sus tacones envejecidos. Pasó caminando muy rápido, y se detuvo de repente en la banca al lado del árbol.
A partir de aquel día, las palomas no tuvieron quien les diera de comer.

5 comentarios:

JuanSe... dijo...

Muy bonito... me identifico con don gabriel, yo no me siento en el parque, voy a cine solo, me siento a escribir en cualquier Centro comercial... sabes que... jajajaja... esto lo pensé apenas empecé a leerlo... y cuando lo acabé terminé con una frase... "es 'Penelope' con un final feliz y al reves"... jejeje... muy bonito... muy buen escrito

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Anónimo dijo...

Se le terminó la herencia a don gabriel, por eso no hubo mas comida pa las palomas!

Demaasiado bacana esta historia, la escribiste vos, que mas se podia esperar!
HHHH!!!

luifergarca dijo...

wow! te juro que pensé que se trataba de que la vieja no llegara..pero fue mejor así, muy chevere green!!!

cinammon roll....ito dijo...

Nos encanta todo lo que escribes, ojala el rollito herede algo de tu talento........te queremos mucho el rollito y yo

Luis Carlos Bonilla Sandoval dijo...

Descripciòn urbana excelente. Retrato sepia y con olor a calle que va màs allà de de lo que don Gabriel sentìa y pensaba desde la banca.
Me gustò, como me gusta que te guste Andrès Caicedo. Por èl lleguè a vos
Un abrazo
Luis Carlos
colordelamadera.blogspot.com